viernes, 19 de octubre de 2012

EDITORIAL

La gran paradoja de la existencia humana está en vivir conectados a la realidad o sobrevivir deambulando por lo irreal, entendiendo como irreal todo aquello que es consecuencia del comportamiento humano, de la creación absurda del hombre, dirigida a alimentar intereses egoístas, sentimientos sin fundamento, emociones que distraigan el vacío interior, castillos de arena que no se sostienen ante el primer “temporal” serio que la verdadera corriente de la vida sitúe en su camino.


Este primer mundo, o mundo original, nos rodea, nos envuelve, nos compenetra y nada ni nadie se escapa a su control y a sus leyes.Podría compararse a un inmenso barco donde todos los pasajeros realizan un viaje cuyo destino desconocen pero al que están obligados y del que no se pueden evadir.
Y lo realizan bajo las órdenes del capitán, de las normas que rigen la vida en el barco y de las circunstancias que el barco y los viajeros tengan que vivir.

Y todo sin que sean conscientes de ello y aunque se crean que son dueños de su vida y de sus actos. El barco es el planeta, el océano es el cosmos, el destino es el Futuro, los viajeros son los seres humanos y todas las criaturas que habitan el planeta. El capitán es el Soñador, el que guía a la humanidad a través del Sueño, de su Creación.



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